Transformaciones en las formas de violencia minera, parte I: las corporaciones contra la minería informal en busca de legitimidad.

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En este artículo vamos a a analizar el primero de los tres vectores a partir de los cuales podemos entender las transformaciones de las formas de violencia minera que encarna el caso de Buenos Aires. Este tiene que ver con las maneras usadas por la patronal minera en general, y la empresa Hanrine en particular, a la hora de obtener legitimidad para la consolidación de sus proyectos relacionadas con el ataque sistemático a la minería informal.

Intentando enmarcar las causas y los efectos de la minería informal

En Buenos Aires, la presencia de los mineros ilegales ha sido criticada por los portavoces de la empresa Hanrine y por los representantes del sector minero en general con el objetivo de diferenciarse de los efectos devastadores causados en la parroquia por esta actividad. Estos efectos, argumentan los empresarios, no tendrían cabida bajo una minería basada en contratos con el estado y que tiene que cumplir con la regulación ambiental.

La minería que se autodenomina responsable implica de manera tácita una observancia de la ley, un contrato con el estado y el cumplimiento de dicho contrato así como de la ley ambiental. En cambio, la minería ilegal se aleja completamente de todo esto, de toda posibilidad de respeto siquiera a los derechos humanos.

Como no debería sorprender, para la patronal, el motivo de la existencia de la minería informal tiene que ver con la corrupción del estado y la excesiva carga burocrática de los trámites para conseguir las licencias ambientales. “Por un lado, [el Estado] estresa al sector minero formal mientras que, por otro, tiene una mirada complaciente con la minería ilegal”, afirmaba Franklin Soria, uno de los portavoces más mediáticos del sector.

Entrevista de Carlos Vera a Franklin Soria, supuesto periodista de la patronal minera. Estos personajes son centrales a la hora de difundir la propaganda de las corporaciones.

Si lo anterior está referido a las causas de la minería informal, en relación a sus efectos, los representantes de las empresas apuntan, no sin razón, al desastre ambiental que este tipo de actividad provoca y se eximen de cualquier responsabilidad, a pesar de que, como en el caso de Buenos Aires, estos pasivos ambientales tuvieron lugar en áreas de concesión que les fueron otorgadas. 

La búsqueda de distinción corportiva

Por otro lado, la empresa busca colocarse como la única con capacidades para llevar a cabo una actividad minera capaz de “prevenir, mitigar y controlar los impactos ambientales y favorecer a la población con los proyectos”. Los portavoces de las empresas hacen hincapié de mostrar este carácter responsable de la minería corporativa especialmente cuando son preguntados sobre las afectaciones a las aguas, uno de los temas que más sensibles para la opinión pública.

Con respecto al agua tenemos una regulación ambiental muy clara. Tenemos que informar cuánta agua vamos a coger, el estado del agua que vamos a coger, fuentes de agua, agua subterránea, lo que sea, el ministerio del ambiente aprueba que lo hagamos, dependiendo de la cantidad que exista, que sea pertinente etc. Y de ahí nosotros hacemos monitoreo del agua constantemente, esto se hace incluso en veedurías con la población, con análisis de laboratorios externos acreditados, para demostrar que la calidad del agua no ha sido afectada en lo más mínimo. Todo está regulado, reglamentado.

El discurso corporativo se basa por tanto en el cumplimiento formal con la ley y en la capacidad de dominio sobre la naturaleza de una minería basada en las últimas prácticas científico-técnicas. La dimensión del riesgo queda reducida, desaparecida del horizonte. De hecho, los riesgos son reconocidos en los estudios de impacto ambiental de algunos proyectos emblemáticos de segunda generación como El Domo (Bolívar). En el estudio se valora que el riesgo de ruptura o desborde de las relaveras es alto, para lo cual recomiendan un tipo construcción que supuestamente ofrece las garantías máximas de seguridad. Esto no anula el riesgo, sin embargo. No obstante, el discurso patronal cierra esta brecha existente presentando un horizonte de certeza para algo que no cierra, que no puede cerrar. Todo esto, además, sin contar con la otra gran brecha existente, igual de importante,  entre lo que las empresas dicen o proyectan que van a hacer y lo que terminan haciendo realmente, tal y como el caso de la relavera de Mirador (Zamora) nos muestra. En este gran proyecto de minería a cielo abierto, el agua tóxica iba a ser contenida en una obra que ofrecía las mejores condiciones de seguridad posibles. Sin embargo, un grupo de científicos norteamericanos inspeccionó la infraestructura realmente construída y no coincidía con los planos: la empresa china había optado por un diseño más barato y más vulnerable a la catástrofe.

Difamación de la resistencia anti-minera

Finalmente, las empresas no dudan en atacar en sus discursos a toda la población que se resiste a la minería, tildándola de mineros ilegales. Los representantes de la empresa Hanrine fueron categóricos en esto, al acusar a la organización local Buproe de tener intereses en la extracción ilegal:

Hay un grupo de pobladores de La Merced de Buenos Aires que está contaminado con la minería ilegal y que ahora se disfraza como un grupo antiminero. Este grupo se ha tomado la entrada a La Merced de Buenos Aires, aduciendo que el pueblo está contra la minería legal e ilegal, pero son los mismos que tienen procesos legales en contra por minería ilegal.

Otro representante del sector realizaba en relación a esto una argumentación general más amplia y cargada de tintes clasistas y racistas:

Además de la economía paralela y del desconocimiento de las instituciones del estado, en Buenos Aires se impedía que entre la fiscalía, las telecomunicaciones públicas, etc., se construye una cultura de la minería ilegal que transforma la psicología de campesinos pacíficos, quienes se vuelven feroces, vorazes. Empiezan a manejar explosivos, devastan la naturaleza, sus familias y de las relaciones humanas de sus zonas culturales. Hay que recordarles a los indigenistas que hay muchos indígenas que están en la minería ilegal y otros en la minería formal. Se construye una cultura paralela a la de la minería ilegal.

Vemos así que los discursos del sector empresarial minero, cargados de racismo, clasismo y mala fe, se dirigen a diferenciarse explícitamente de la minería informal. Las compañías trazan de esta forma posiciones binarias: si los mineros ilegales contaminan, ellas cumplen estrictamente con la regulación ambiental; si la minería ilegal trae conflicto y división, ellas tejen “excelentes relacionamientos comunitarios” para asegurarse de que con la minería todos salen ganando; si la minería ilegal se compone siempre de gente ajena a la comunidad que la terminan pervirtiendo, las empresas mineras se presentan como “un vecino más”, impulsando las iniciativas agropecuarias locales a nuevos niveles a través de capacitaciones, dotación de equipos. Estos mensajes son replicados fuertemente por la prensa dominante, quien colabora también con la patronal en comprometer a las luchas contra los grandes proyectos mineros con los intereses de la minería ilegal. De esta forma se consolida una imagen unificada de las personas que se oponen a las corporaciones, una imagen sobre la cual, en el actual estado de conflicto armado interno, se proyecta la figura del terrorista. Las nuevas gramáticas de la violencia provocada por la minería van cobrando formas más imbricadas.

En la segunda parte de esta publicación, exploraremos más el papel de la minería informal en sí en las transformaciones de las formas de la violencia minera.

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La misma población esmeraldeña que sufre el racismo y el empobrecimiento estructural desde hace generaciones, se encuentra organizada para defender sus derechos y medios de vida. Entre las principales entidades podemos situar a la Unión de Organizaciones Campesinas de Esmeraldas (UOCE). La UOCE viene sosteniendo por años un trabajo de formación política y agroecología con jóvenes y mujeres cuyos territorios han sido afectados por las camaroneras y las palmicultoras. También nos encontramos a colectivos como Mujeres de Asfalto, organización que integra a mujeres de la provincia que buscan incidir tejiendo espacios de construcción y deconstrucción feminista, en los que los derechos humanos de las mujeres y su implementación sean exigidos desde la incidencia efectiva con herramientas de innovación política y comunitaria.

La minería informal en Buenos Aires opera desde 2017. La extracción ilegal de oro conlleva una compleja organización social en la que están involcurados, de manera asimétrica, peones ecuatorianos, colombianos y venezolanos, bandas criminales y otros grupos encargados del transporte y el procesamiento del oro. Esta actividad se lleva a cabo en la conocida como mina vieja, área concesionada a la empresa australiana Hanrine, una de las grandes responsables de la conflictividad territorial presente en Buenos Aires. La minería informal trae consigo también formas de violencia mafiosas que pasan por la extorsión, los asesinatos y amenazas a aquellas personas que disputan las rentas generadas o a las que se oponen directamente a su presencia en Buenos Aires. Además, esta minería tiene efectos destructivos también en el propio tejido comunitario local, debido a que estimula el involucramiento de no pocas familias, quienes les proveen de servicios e insumos. De esta manera, la población queda polarizada alrededor de la minería informal, generándose conflictos que terminan con el grado relativo de cohesión social existente hasta entonces.

Buenos Aires está situada en el norte de la provincia de Imbabura, colindando con Esmeraldas, por detrás del volcán Cotacachi. Existen varias formas de llegar a esta parroquia, a pesar de su difícil acceso. La principal parte de una desviación a la altura del puesto de control de la policía en el KM de la carretera Ibarra-San Lorenzo. Con todo, también se puede llegar por Urcuquí, la cabecera cantonal, y por caminos no carrozables cruzando los páramos de El Piñan.
La formación de la cabecera parroquial comenzó en 1912, con la llegada de personas procedentes de Cahuasqui que huían de las condiciones de explotación y sometimiento impuesto por el sistema de haciendas. La parroquia se constituye como tal en 1941.

La empresa responsable por el proyecto el Domo es la minera Curimining. Sus accionistas son empresas mineras canadienses. La concesión del proyecto abarca alrededor de las 1500 hectáreas. Curimining planea extraer oro y cobre principalmente. Debido a la cantidad de minerales existentes, la concesión está catalogada bajo el régimen de mediana minería. Este proyecto es considerado uno estratégico por parte de las élites estatales a la hora de apuntalar a la minería como uno de los vectores principales de obtención de divisas, con la tendencia a la caída de las exportaciones petroleras.

Las Naves es un cantón con una producción agrícola campesina increíblemente diversificada. En sus fincas, las familias producen, entre otros, cacao, naranja, verde, banano, café, caña y limón. Además, crían ganado para carne y algunos productores han implementado proyectos turísticos, especialmente en las zonas de bosque, alrededor de cascadas y ríos.

La producción agropecuaria de Las Naves se ve beneficiada también por la relativa disponibilidad de tierras, por la fertilidad de sus suelos y por el clima favorable. Adicionalmente, y a diferencia de otras zonas rurales del país, los jóvenes campesinos de Las Naves tienden a quedarse trabajando con sus familias, dado que, la agricultura aún es un medio de vida que ofrece dignidad y perspectivas de futuro. No obstante, esta diversidad productiva está amenazada por la minería. La instalación del proyecto El Domo trae consigo el alto riesgo de contaminación de las fuentes de agua del cantón, lo que supondría un duro golpe para la continuidad de los medios de vida de gran parte de su población.

La ocupación del cantón de Las Naves es relativamente reciente. En ella confluyen diversos procesos históricos, entre los que destacamos la llegada de migrantes procedentes de las zonas altas de la sierra que salieron en busca de tierras para el cultivo a partir de la década de 1960. A Las Naves también llegó población oriunda de la costa en la segunda mitad del siglo XX que buscaba nuevos espacios en los que asentarse. Fue reconocido como cantón en 1992. Por otro lado, la minería también tiene antecedentes históricos reseñables en la región. En la década de 1990 la empresa Rio Tinto realizó varias exploraciones del potencial minero. Esta experiencia marcó un precedente, la empresa fue expulsada de las zonas en las que había incursionado y algunos de los líderes que encabezaron esa resistencia siguen presentes en la oposición al proyecto Curipamba – El Domo.

Las Naves es un cantón perteneciente a la provincia de Bolívar, ubicada en la sierra centro del país. Está situado en las faldas occidentales de Los Andes, y cuenta con un clima subtropical, con mucho calor y humedad. El cantón colinda también con la provincia de Los Ríos.

El proyecto minero pretende emplazarse en la zona alta, en una de las montañas más icónicas del cantón, conocida como El Domo. De este lugar nacen diferentes ríos que abastecen de agua a la población para su consumo y para el sostenimiento de la producción agrícola campesina no solo de Las Naves, sino también de Los Ríos.